martes, 19 de agosto de 2008

Todo lo bueno tiene su lado malo

Trabajar en casa es muy bueno, te tomas tu tiempo, nadie te vigila, puedes hacer lo que quieras, puedes comer a la hora que quieras y dormir la siesta siquieres. Pero todo lo bueno tiene su lado malo. La concentración. Empiezo la mañana bien, pero a las pocas horas, me aburro. Y no es como antes, que podía aburrirme y simplemente me iba a hablar con alguien. No, ahora no tengo a nadie con quién hablar. Puedo hablar por el messenger con gente que también lo tiene conectado, pero si empiezo, no paro. El messenger, el pequeño diablo que vicia a los faltos de entretenimiento.


Y no sé qué hacer para evitarlo. Trato de hablar conmigo misma (dentro de poco los vecinos me mandarán a los loqueros para que me vengan a buscar), darme ánimos, decirme que, si acabo rápido, podré ir a dar una vuelta, a comprar ropa, a ver Londres, a hacer fotos... Pero en cuanto me pongo de nuevo a trabajar, la concentración vuela. Tal vez vuele a aquellas partes a las que tanto me digo que podría ir. Mi concentración descansa. Yo no. No nos engañemos, nunca he tenido demasiada capacidad de concentración, sobre todo haciendo cosas monótonas. Creía que haciendo traducciones no me pasaría, ya que en la universidad no solía perder la concentración, pero no sé si es la vejez o que realmente estoy haciendo algo que no me gusta, el día a día se me hace cuesta arriba.

Definitivamente creo que necesito trabajar con gente. Pensaba que aún era esa gruñona a la que la gente le molestaba a veces, pero no, ahora veo que realmente necesito permanecer en contacto con la sociedad, realizar tareas en común y también solas. ¡Pero odio tanto levantarme pronto! Ya se lo decía yo a mi madre, tenía que haber nacido rica. Así no tendría que trabajar. O podría trabajar pero por placer, ayudando a la gente sin importar cuándo hacerlo. ¿Existe un trabajo así? Si exite, me lo pido.

Ahora toca seguir con el trabajo. A ver si este monólogo me ha servido para devolverme a este mundo infernal y real del trabajador.

Curri