jueves, 30 de octubre de 2008

La vida es un viaje en tren

¡Hola!

Quiero compartir algo que escribí hace un tiempo y que tenía escrito en un cuaderno que me traje a Londres hace ya 4 años. Ya me diréis.

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16 de mayo de 2004 (16:00h, en el tren de Vic a Barcelona)

La vida es como un viaje en tren por un lugar que, aunque conocido, siempre tiene algo de nuevo, curioso, místico, impredecible. El fondo es, más o menos, predecible: lo vas viendo constantemente, lo ves, está ahí, se mueve muy poco a poco. Pero, a medida que acercas la mirada hacia el tren, te vas fijando en las cosas que están más cerca del tren; las ves pasar rápidamente… Unas te las esperas: son los árboles que hay en el camino, a los lados de la vía. Otras aparecen de pronto, dándote un susto inesperado… golpeando tu corazón y haciéndolo latir rápidamente.

De toda esa gente que ha ido pasando por tu vida, por tu corta vida… ¿cuántos se han bajado en tu estación y se han quedado? ¿20? ¿15? Muy pocos, muchos menos de los que había al principio y muchos menos de los que habrá al final.

En este viaje en tren, más que objetos, observo colores que van apareciendo y desapareciendo por la ventana, como si el tren fuese un pincel sobre una paleta de colores, esperando a untarse de uno de estos colores. Cojo un color, uno solo, y siento como su tacto que se escurre entre mis dedos. Es como una arena líquida que hace aguas de diversas tonalidades del mismo color… Puedo sentirlo…Puedo, incluso, olerlo. Es un olor particular. Un olor que nunca antes había olido… Un OLOR a COLOR.

De vez en cuando, el tren pasa por túneles, túneles negros que hacen que el color desaparezca… y el olor también. “¡Sal ya del túnel!”, pienso una y otra vez. Pero a veces los túneles son largos y lúgubres y parece que no acaban. Entonces cierro los ojos e imagino mi mundo de color… Pero falta una cosa: EL OLOR; el olor no me llega y eso hace que vea los colores difuminados… Por fin la luz, los colores y olores… ¡El mundo!

Pero el viaje sigue. Sigue su rumbo. A veces se retrasa, o eso parece. Es, más bien, una ralentización del transcurso de la vida, un parón para recoger fuerzas, con sus más y sus menos… Se frena la vida para solucionar un imprevisto, pero el viaje siempre sigue, nunca para porque el tren tiene que llegar a tiempo a su destino. Sí, tras esta pequeña demora, retoma el camino, acelerando, intentando ganar (o recuperar) el tiempo perdido.

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Curri

domingo, 12 de octubre de 2008

Viaje a Turquía

Después de 6 noches sin apenas dormir, mucho dinero gastado (no quiero ni mirar la cuenta), muchos sitios y monumentos visitados, muchas fotos sacadas (982)... ya estoy de vuelta. La experiencia ha sido genial.

Primero, estar en un país con una cultura diferente, un idioma diferente, unas costumbres distintas... Y ahí estábamos nosotros, un grupo de lo más variopinto, las chicas mostrando hombros y piernas sin reparo y los hombres en pantalones cortos y chanclas. Lo que primero nos llamó la atención fue que todo el mundo nos miraba. Mira a cada uno de nosotros, porque se nos veía muy diferentes a ellos: una danesa (rubia), una irlandesa (blanca piel y ojos claros), un hijo de caribeños (alto, negro y con gafas de sol en plan cool), un inglés hijo de india y afgano, un francés alto, un alemán con la piel graciosamente blanca y ojos azules, una galesa con ojos achinados... en fin, que la única más "parecida" a ellos era yo, y me confundían por una turca (algunas veces me hablaban en turco), pero que, claro, tenía demasiada piel al descubierto.

Nos chocaron los baños públicos en Bursa (la ciudad en la que estuvimos para la boda), ya que todos eran un agujero de cerámica en el suelo, con un grifo y un recipiente de plástico para echar agua al "inodoro". Sé que en Japón hay muchos, y en Francia, en algunos sitios también, pero yo nunca había visto ninguno, y menos aún me imaginaba que fuesen algo tan normal.

Lo gracioso del viaje fue ver como a Derren le paraban por la calle para hacerse fotos con él, como si de un famoso se tratara (¡con lo poco que le gusta ser el centro de atención!). Algunas madres le daban a sus hijos para que los cogiera y hacerse una foto, como si fuese un dios que transmitiese poderes o algo así. Algunos le preguntaban por su nombre o soltaban nombres de personalidades famosas: ¡Carl Lewis! ¡Denzel Washington! ¡Eddie Murphy!...

Por otro lado, la boda, mitad turca mitad "occidental". Nuestro grupo (los amigos del novio) fue el alma de la fiesta, los que hacíamos ruido, gritábamos y salíamos a hacer bailes chorras. Los amigos y familia de la novia nos retaban a la danza del vientre y ofrecían dinero al que lo hiciese bien. Y acabamos todos juntos bailando un intento de danza del vientre que parecía más bien alguien con agujetas intentando imitar a Shakira... en fin.
El problema del idioma fue mucho más grave en Bursa que en Estambul. Poca gente en Bursa entendía inglés (solo en comercios y algunos jóvenes) y hablando con señas a veces los confundía aún más. Pero más o menos nos apañamos. Yo intenté decir un par de cosas en su idioma (como por ejemplo, "la cuenta", o "cuánto dinero") pero parecía que no me entendían, así que acabamos usando el método "voy a gritar a ver si así me entiendes" :)

Si no habéis estado en Estambul, vale la pena ir. Tampoco diría que es la ciudad más maravillosa (algunas ciudades españolas le dan mil vueltas), pero tiene cosas curiosas, como estar en dos continentes diferentes sin cambiar de ciudad, o ver que la ciudad está partida en tres trozos de tierra, o ver las mezclas del pasado y del presente en el mismo sitio. Tranvías por la parte antigua de la ciudad y coches que se caen a trozos, edificios de un millar de años en el casco antiguo y torres de vidrio ultramodernas.


Más cosas. Los gatos y los perros callejeros están super bien cuidados. Al parecer, los restaurantes y tiendas se encargan de darles las sobras y a los perros los vacunan y les ponen una placa para que la gente sepan que no hay problema con ellos. Y la verdad es que es una maravilla ver a los animalitos acercarse a ti y que los puedas tocar sin miedo. Eso sí, son más listos que el hambre. En cuanto te ven que te sientas en un bar, ahí los tienes, maullando como si hiciese meses que no comen. Y te apiadas de ellos y les das un trozo de tu carne y te pide más, y le das otro trozo... y luego sale el dueño del bar y se va a una esquina y ves como le pone en un platito comida... y te quedas con una cara de bobo. Los gatos te engañan. En Turquía, en España y en tó el mundo. Pero seguimos siendo tontos y los creemos, jajaja.
Ah bueno, y por último, el tráfico. ¡La carretera es la selva! ¿Los intermitentes? ¿Pa qué? Yo me voy metiendo así poquito a poquito y ya me dejarán pasar. Los taxis, a velocidades impresionantes por calles peatonales. Yo creía que los taxistas en España eran caraduras y tenían coches que solo les faltaban alas para volar. Pero, amigo, en Turquía los autobuses hacen maniobras en la autopista. Estás en un autobús con 50 personas más, y en medio de la autopista ves gente en el arcén de la carretera levantando la mano... el autobús se para y ellos suben. Sí, en medio de la autopista. Y si vives a las afueras de la ciudad, cerca de la autopista, pues simplemente le dices al conductor que se pare... ¡¡y se para!! ¿No es genial? En serio, lo flipé, porque a nososotrs siempre nos han enseñado lo peligrosísimo que es pararse en una autopista y bueno, de hecho está prohibido caminar por la autopista. Pero ahí se ve que no (o si lo está, la gente no le hace mucho caso).
Me parece algo increíble, en serio, en el buen sentido. Me encantó ver las diferencias entre nuestra cultura y la suya, cosas que para nosotros serían impensables, para ellos son el pan de cada día. Y visitar un país tan diferente te ayuda a abrir la mente. Y creo que a muchos españoles le vendría bien algo así.
No sé si me dejo algo en el tintero, pero bueno, siempre puedo volver y añadirlo.
Un abrazo,
Curri

viernes, 10 de octubre de 2008

Hoy era mi regreso del viaje a Turquía, y después de la buena semana que había tenido, creo que me ha sentado aún peor. La empresa que me enviaba un flujo constante de traducciones ha decidido prescindir de mis servicios. Según argumentan, por la mala calidad de mis traducciones.
Me duele.
Me duele porque lo dejé todo por estar aquí, cada día, haciendo lo que he querido hacer en los últimos 10 años. Me duele por cómo ha sido todo. Me duele porque todos los dedos apuntaban hacia mí y ninguno se miraba el suyo. Me duele porque me acusaron de cosas que no eran culpa mía. Me duele porque he puesto mucho empeño, mucho tiempo, mucho estrés y mucho entusiasmo en ello. Me duele porque sentí que me insultaban cuando decía "esto no está escrito por un español" (cuando estas palabras provenían de un italiano). Me duele porque pareció todo un complot, seguramente una forma de reírse de la vida que nos da tantos golpes, una y otra vez... Me duele porque lo veía venir y no he podido hacer nada para evitarlo.

Diría que me duele porque ahora me veo como perdida, sin nada, justo ahora que necesitaba dinero... pero el dinero no da la felicidad. Hacer lo que te gusta sí. Y me han jodido, porque eso me gustaba, a pesar de las dificultades que aparecían día a día.
Me duele más por la inseguridad que ha creado en mí, un miedo al fracaso que casi tenía olvidado.

Así que, la aventura de buscar trabajo ha vuelto a mi vida, con la única diferencia de que, ahora, no tengo ese colchón de dinero que me daba seguridad. La aventura se ha convertido en búsqueda desesperada. Pero pocas veces me he rendido. Lloro, maldigo todo lo que me pasa, me seco las lágrimas, sonrío... y parece como si las fuerzas volviesen.

Y aquí estoy, preparada para seguir.
Un abrazo.
Curri

miércoles, 1 de octubre de 2008

El flequillo...

La he vuelto a armar.
Y lo peor es que no es la primera vez. Cuando iba a preescolar, estaba en la clase (aún lo recuerdo) y empecé a jugar con el pelo y, con curiosidad, se me ocurrió preguntarme cuánto me mediría el pelo. Así que, ni corta ni perezosa, cogí un mechón (pequeñito, eso sí), de los de la parte de delante, y con las tijeras de artes plásticas... ¡ZAS! Le metí un tijeretazo al mechón (desde la raíz). "Ah, pues sí, tengo el pelo bastante largo..." La curiosidad mató al gato.

Recuerdo llegar a casa y mi madre dio un grito: "¿Pero qué te has hecho?" "Nada mamá, es que quería saber cuánto me medía el pelo". Y bien orgullosa que estaba yo con mi ocurrencia. A más de uno le encantaría poder ver la cara de mi madre en ese momento. A mí no me gustó.

Pues estaba yo el lunes, tras la ducha, pensando en que tenía el pelo ya muy largo y me tendría que hacer un corte. Y como es habitual en mí, cogí las tijeras para escalarme un poco el pelo... como he hecho tantísimas veces y me queda siempre bastante bien. Pero no, el lunes fue distinto. No sé si es porque iba con prisas, porque no quería "manchar demasiado" o, simplemente, porque se me fundió una neurona en el cerebro, pero en vez de cortarme el pelo mirándome al espejo (como hago normalmente) lo hice a ciegas, cogiendo el mechón correspondiente y cortando como normalmente hago... con la única diferencia que, ni me miré al espejo y, encima, esta vez, lo hice demasiado corto. Eso es lo que pasa cuando te fías de las distancias cercanas.




Y así me quedó, con un mechón saliendo de la nada. Si es que no puedo hacer ná con él. Me lo tiro p'atrás, y se me cae p'alante :)
¡No veoooo!


La culpa es de las peluquerías de Londres, que son muy caras. Y claro, paso de ir a una, intentar explicarles lo que quiero que me hagan en inglés, que me entiendan (porque esto también es importante) y luego, hagan una mierda. Y encima, te enseñan la factura, ¡pum! Te la meten doblada.

Tantos amigos informáticos que tengo y se me olvidó hacerme uno que sea peluquero/a, así le podría hacer intercambios: "Yo te cook una Spanish omelette y tú me cortas el hair" (así, si me hace un desastre, pues me vengo y le pongo en la tortilla los huevos podridos, hala).

Bueno, voya volver al baño, a mi espejo, a ver si puedo arreglar esto con un par de horquillas.

Hasta pronto.
Curri