Bueno, dejé el trabajo en el mejicano. La señora manager era una hijaputa malparida. Perdón, pero esque no tiene otra definición. Sólo con la forma como me miró la primera vez supe que no nos íbamos a llevar bien. Sobre todo porque las personas engreídas y arrogantes, y encima gilipollas no me caen bien. Bueno, más que no caerme bien, me disgustan. Y a ésta me daban ganas de meterle un sopapo de campeonato, o decirle una retaíla de insultos que la dejase tiesa, porque se lo merecía, por maleducada. Pero no me podía arriesgar a hacer el primero por si me pillaba la poli (no es bueno empezar en un país en la cárcel) y en cuanto a la segunda... no conozco tantos insultos ingleses como para quedarme a gusto (y si la insulto en español, le dará igual porque, total, no entendería nada). Así que me quedé con las ganas.
Primero, el viernes, se suponía que tenía que estar sólo 3 horas y que luego me diría si tenía que volver al día siguiente o no. Pues una hora después de que mi tiempo de prueba acabase, y ya harta de que la mujer me ignorase, le fui a preguntar si me podía ir, que había pasado una hora desde que se suponía que tenía que haber acabado. Y me miró, como siempre, de abajo a arriba, y me dijo que sí, y que podía volver al día siguiente.
Hecha polvo y un poco desanimada por la falta de respeto de la mujer (y por yo ser una estúpida y no haberla dicho a tiempo que mi tiempo de prueba había acabado), me volví a casa en uno de los últimos metros con un olor asqueroso a fajitas y pollo frito. Los dueños de la casa ya estaban dormidos así que me metí en la cama (Joe había desplegado el sofá-cama por mí) e intenté descansar.
Al día siguiente (sábado), por la noche, volví al restaurante y la estúpida mujer siguió con su retaíla de arrogancia y malos modos, gritándome no solo a mí sino también a los otros camareros. El chef gritaba desde la cocina el nombre del plato (imposible de entender: un polaco pronunciando en inglés nombres de comida mejicana) y luego "Chop, Chop" cada vez que dejaba un plato en la repisa para que lo recogiéramos y llevásemos a la mesa respectiva. Tomar nota de lo que los clientes querían también era harto difícil, ya que los burritos eran "buítous", las fajitas, "fahíta", la cerveza Coronita, "courouna"... y todo esto en un restaurante en el que la música aturdía al más escandaloso (y no eran precisamente la jefa ni el cocinero los que más chillaban allí).
Una de las veces que estaba llevando las cervezas a una mesa (que, por cierto, estaban tan juntas unas de las otras que cuando dos clientes en mesas opuestas se sentaban, no había sitio entre las sillas para poder pasar), una tía medio borracha, me golpeó la bandeja con las cervezas, y se me volvaron, aunque fui lo bastante rápida como para agarrar una de ellas que se le caía a la cabeza de la "empujona"... pero ojalá la hubiese dejado caer. Y encima, la jefa, me empieza a gritar y a llamarme useless (inútil) y a reírse de mí. Y no lo podía soportar. Uno de los camareros (creo que era colombiano) me dijo que no me preocupase, que ella le hablaba así a todo el mundo. Pero eso no mejoró mi humor, sino que me puso todavía peor. ¡Con lo que odio yo las injusticias! Y saber que alguien es tan arrogante como para tratar a la gente así, solo porque vienen de otro país y necesitan trabajo... no lo puedo soportar.
Acabé la noche como pude y me fui a casa en el último metro (de poco no lo pierdo, porque la tía no nos dejaba marchar), destrozada física y anímicamente.
Al día siguiente hablé con Elana y Joe y me dijeron que no fuese tonta y que dejase el trabajo. Pero sabía que me arriesgaba a no cobrar lo trabajado. Pero decidí darle otra oportunidad y volví al restaurante el domingo. Pero nada cambió. No recibí nada bueno de la mujer, y el chef polaco era igual que ella, gritando a la gente y riéndose de los demás. Así que, en el metro de vuelta a casa, decidí que dejaba eso, que hay miles de restaurantes y que seguro que en otro estaría aún mejor. Además, el lunes tenía la interpretación, que me interesaba mucho más y me iba a dar mucho más dinero.
El lunes, dediqué la mañana a comprarme ropa para la entrevista y hacerme una lista de materiales metalúrgicos (jamás se me habría ocurrido meterme en metalurgia, así que, no tenía ni idea de los términos) que me aprendí de camino a la interpretación. También pasé por el restaurante y le dije a la mujer que lo dejaba, y me dijo que entonces no me pagaba, porque tenía que haberla avisado con tiempo y me dijo que tenía que trabajar una semana para cobrar, pero me dio igual, le dije que se metiese el dinero por donde quisiese que no ib a trabajar una semana en esas condiciones. Así que, he estado trabajando dos días sin cobrar un duro... bueno, una pound que me encontré en el restaurante, pero no me importa, ahora no me importa porque... hacedme caso, no dejéis nunca que nadie os hable mal, por mucho que os pague, y menos si no es el trabajo del que depende vuestra vida. La parte positiva es que me han enseñado (más bien he aprendido yo, porque ellos no me han dicho ni cómo se servían los platos...) a llevar un montón de platos en equilibrio y a trabajar con 50 ingleses de pie que no te dejan pasar ni aunque les tires la bebida encima, jijijiji. Mañana iré a buscar otra cosa, seguramente algo en lo que trabaje menos horas, aunque me paguen menos... Porque ahora no tengo tiempo ni de mirar piso... ni siquiera casi de hablar con mis amigos, donde me alojo... y eso es muy triste.
Pero era lunes y me tenía que concentrar en la interpretación. Creía que llegaba tarde a la cita, en un hotel en New Bond Street, pero por suerte el metro estaba jodido para todos igual, así que el cliente llegó más tarde que yo, y su cliente aún más tarde. La interpretación fue... extraña. Me costaba seguirlos, ya que hablaban muy rápido y de cosas muy raras, pero el cliente español me decía que no había problema, que él los medio entendía y que solo me quería ahí para un "por si acaso". Y fue muy bien, o eso me pareció. Y me dijo que me necesitaba al día siguiente también, porque había otro cliente que no había podido quedar con él aquél día. Así que, por mí, encantada. Me volví a casa, super contenta y satisfecha, y me preparé para el día siguiente (el 12 de octubre... que aquí ni fiesta del Pilar ni leches), en el Hilton en Green Park. Esta vez el encuentro con su cliente fue en la cafetería, con unos camareros sirviéndonos bebidas (y yo flipando con tanto lujo). El cliente era alemán y hablaba inglés con acento americano, así que costó entenderlo :)
No hubo complicaciones y los dos se entendieron mutuamente con mi ayuda y al acabar, el hombre me dio las gracias y ahí quedó todo.
Volví a casa y decidí pasar un rato con Elana y Joe, explicándoles lo que había hecho. Por la tarde, fui a una entrevista para trabajar en un restaurante italiano y me dijeron lo de siempre: "Ya te llamaremos"... y Curri, con su santa paciencia... sigue esperando (jijiji). El mismo día, me llamó el portugués de la agencia y me dijo que sabe de una habitación en casa de unos amigos que podría alquilar. Es una familia portuguesa, muy amable. Tengo mi habitación, con mi tele, mi nevera, mi armario... vamos, no me puedo quejar, la verdad. Esto fue el martes, y me mudaré ahí el próximo sábado.
Y, por fin, esta mañana, mientras esperaba respuestas del restaurante italiano, me llamaron de un hotel para trabajar de recepcionista... ¡¡¡no me lo puedo ni creer!!!! Es para el hotel Meliá en Great Portland Street para decirme que una amiga mía había contactado con ellos desde España y que me hacían una entrevista esta misma tarde (¡gracias Mónica!). Así que, bueno, ¡allí voy!
Siento que me empiezo a acostumbrar a estar aquí, a oír a la gente hablar otro idioma, incluso es como si me estuviese acostumbrando a escuchar el inglés, aunque aún me veo muy perdida, sobre todo con la tele o la radio... esque no me entero de nada, es como si hablasen un idioma que jamás he estudiado. Así que necesito tiempo para acostumbrarme a este sitio y al idioma, porque no tiene nada que ver con lo que te enseñan el en cole.
Muchas cosas pasan en muy poco tiempo. Pero aún quedan muchos misterios por descubrir.
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