viernes, 19 de diciembre de 2008

Interpretación melancólica

Ayer auguraba otro día aburrido sin mucho que hacer, porque con la crisis dichosa, las empresas evitan costes innecesarios, y apenas hay trabajo de traducción (y, si lo hay, por favor decidme dónde porque yo no lo encuentro). Pero la ley de Murphy es maléfica, y te acecha constantemente, para vigilar un momento de debilidad y poder atacar. Ayer por la mañana, justo cuando estaba en mitad de una traducción, me llamaron para ver si podía ir a un buffete de abogados a realizar una interpretación... esa misma tarde. Al principio me sentí un poco reticente, porque tenía que viajar durante más de una hora para llegar al lugar, y es tiempo suficiente como para que me llegue alguna traducción importante y no pueda aceptarla. Pero ante la insistencia del hombre al otro lado del teléfono, decidí ir y conseguir, al menos, algo de dinero extra.

Llegué al lugar (que estaba a tomar por culo a la derecha) y tuve que esperar. Un poco más tarde, llega una mujer con dos niñas gemelas, preciosas. Era la mujer a la que tenía que hacer la interpretación. Yo no tenía ni idea de lo que iba, porque el hombre de la agencia parecía tan desesperado que ni siquiera se dignó a explicarme el tema. Entré con ella al despacho de la abogada, saludamos, nos sentamos y empezó la cosa. Resulta que la mujer (Alina) era cubana y se había venido a Londres con su marido, quien meses atrás la había maltratado. Estaban én situación de divorcio pero como ella había venido a Reino Unido bajo custodia del marido (es decir, te dan un "visado condicional", a condición de que dependas del marido, es decir, sin trabajo), no tenía trabajo para mantenerse, para comer ni para pagarse un hotel. Así que el asunto estaba en conseguir que el marido pagase el hotel, porque tenía una orden de alejamiento y no podían vivir juntos, pero claro, el marido llevaba sin pagar 6 semanas porque no trabaja por enfermedad. Y la mujer que no paraba de llorar porque no tenía forma de pagarse un sitio donde vivir, ni la comida para sus hijas (tiene tres)... y la verdad es que se me encogía el corazón al ver que, debido a su situación, no tenía papeles para poder trabajar en Reino Unido, pero tampoco los podía conseguir, a pesar de tener una carrera como entrenadora física. Y que ni siquiera, por el bien de sus hijas, ¡¡el gobierno británico podía ofrecerle una casa!!

Me sentí impotente, no solo porque yo no podía hacer nada para ayudarla (¿qué puedo hacer si vivo en un piso enano y apenas estoy ganando dinero para poder pagar mi propio alquiler?), sino porque veía los impedimentos que la política nos añade a la vida, ya de por sí muy dura. Qué triste es ver que se necesiten tantos permisos y papeleos para poder entrar en un país, para poder vivir en un país, para poder pedir trabajo en un país, para poder trabajar en un país, incluso para poder considerado "persona" en un país... Y que, por culpa de eso, haya gente en la situación de Alina que, necesitando y queriendo trabajar, queriendo residir en un país, no pueden porque tienen que esperar no sé cuántos años a que los gobiernos de sus países se pongan de acuerdo en aceptarle la visa. Y, al mismo tiempo, saber que hay holgazanes británicos, viviendo del paro y de las ayudas estatales, que no quieren trabajar porque, ¿para qué, si el estado se lo paga todo?

La verdad es que la vuelta a casa me dio qué pensar. Me quedé en un estado de melancolía, como si flotase en un aire espeso de humedad. De pronto, mi visión de la vida se movió a un punto más abierto, más elevado, desde donde podía ver aún más cómo nos peleamos los unos con los otros, cómo nos dificultamos la vida en vez de ponérnoslo fácil... ¿Por qué tanta barrera política? ¿Por qué no intentamos ayudarnos mutuamente? Hoy por ti, mañana por mí, hoy aquí, mañana allí... Tú vienes a mi país a trabajar, yo voy al tuyo a crear empleo... ¿No sería un mundo mejor? Hay demasiado odio ya como para seguir poniéndonos trabas, pero los políticos parecen no darse cuenta.

Y así vi como mi interior cambiaba, aunque fuese solo un poquito, tocado por la vivencia de ese día, por la impotencia de ver que para la gente que tiene poder, las personas no son nada.

jueves, 11 de diciembre de 2008

Por fin dio señales de vida...

Llevaba mucho tiempo sin saber de Carles, mi gran amigo de la universidad. Diría que ni me acuerdo de cuándo fue la última vez que hablé con él. Son cosas que no se apuntan en un diario porque nunca te esperas que alguien que, para ti, era como un hermano, decida un día dejar de hablarte, dejar de comunicarse contigo, desvanecerse, no mediar palabra e ignorar todos y cada uno de los correos y mensajes enviados. Al final, imagino que desistí, aunque siempre quedaba algo de esperanza, ya que seguía preguntando a los amigos comunes si sabían algo de él y que, si lo encontraban, que le dijesen que diese señales de vida.
No es que me hubiese olvidado de él, no. Como ya dije, hay gente que pasa por tu vida y se va sin dejar rastro. Otros, te señalan, te cambian la vida, te hacen evolucionar y dejan una huellita dentro tuyo que te impide que te olvides de ellos. Al igual que algunos de los que conocí durante mi estancia en la universidad, en Vic, Carles es una de estas personas que forman parte de tu personalidad. Lo que sí diría es que me acostumbré a vivir sin su presencia, sin tener que acudir a él a contárselo todo, a compartir experiencias o simplemente decirle que había escuchado su canción preferida en la radio y me había acordado de él. A pesar de sentirme durante tanto tiempo tan sola en Londres, sin amigos a los que realmente pudiese considerar amigos, dejé de insistir porque llevaba ya mucho tiempo hablando con algo que no me devolvía respuesta alguna. A lo mejor dejé de hacerlo porque me convertí en alguien solitario. A lo mejor lo hice porque creí que tenía yo algo de culpa y nunca me lo llegaría a decir. No lo sé y no creo que nunca lo sepa.

El «Reencuentro» ha sido un poco extraño. Al principio fue como un grito de "¡Por fin!". Luego pasó a algo más bien... "La próxima vez que me dejes de hablar, te doy una colleja". Después de disculparse, me explicó que había intentado apartarme por miedo a sufrir, porque realmente había sentido que no podría soportar que me hubiese ido tan lejos (a Londres), y que no sabiendo qué hacer, creyó que lo mejor era cortar todos los lazos que le unían a mí. Pero claro, cuando volví a reaparecer (gracias a Facebook y mi insistencia), se le cayó el mundo encima. Y bueno, las disculpas aceptadas. Creo que en esta vida perdemos a demasiados buenos amigos por tonterías y por miedo a pedir perdón, y yo ya había perdido a demasiada gente.
Pero yo creo que lo que más me hace sentir aliviada de no sentir rencor porque esta persona me ha dejado abandonada durante tanto tiempo es el hecho de haber estado en Londres tanto tiempo, sin nadie que me entienda al 100%, que comparta mis gustos, aficiones, nadie con quién pueda sentirme segura... ¡nadie a quién considerar alma gemela!... Todo lo que aquí he pasado me ha hecho cambiar mi forma de ser. En algunos casos para mal, pero en otros para bien. Hay que aprender a perdonar si la persona se lo merece. El pasado, pasado está, y el rencor destroza el corazón, destroza a la persona, la convierte en alguien mísero. El rencor hace que las personas se queden solas.

En fin, no mucho más que decir. Solo espero que no haya sido en vano y, sobre todo, espero que las amistad vuelva a ser lo que fue en su día. Porque todos necesitamos amigos, pero los buenos amigos no se consiguen cada día.

sábado, 6 de diciembre de 2008

Murphy's Law... O la ley de Murphy

Como tantas veces, el Sr. Murphy vuelve a tener razón. Aunque esta vez no me puedo quejar de que me haya pasado. El mes pasado fue muy duro, laboralemente hablando. La mayor fuente de ingresos que tenía dejó de existir, y Octubre no es un buen momento para introducirte en agencias de traducción o convencer a gente para que te escoja en pos de otros, por lo que, a pesar de mis insistencias, en la mayoría de las agencias me ignoraban o me decían que ya me enviarían, pero nunca enviaban nada. Y así estoy, enviando una cantidad innumerable de currículums a compañías nuevas, pero pocos son los que dan respuesta alguna. Y es que, entre la crisis y que no es la mejor época del año, me da la sensación de que estoy en la profesión errónea.

Como decía Murphy: "Si algo puede salir mal, saldrá mal". Cuando decidí rechazar la oferta en EA para quedarme en casa haciendo lo que había soñado hacer desde que empecé la carrera sabía que había posibilidades de que la situación en la que estoy ocurriese. Porque, dicho sea, trabajar de forma autónoma no es la forma más segura de saber exactamente cuánto dinero entrará en tu cuenta bancaria cada mes... si es que entra algo. Los riesgos haberlos, hailos, pero tal vez confié demasiado en mí misma como para hacer caso a la vocecita en mi interior. Porque, a ver, sí que es verdad que hay épocas malas, pero si a todo el que decide meterse a traducir de forma autónoma le fuese mal, no quedarían traductores. Así que pensé que a mí no me pasaría. Bendita ilusión. No había caído con que la crisis vendría justo en el momento en el que hay menos movimiento de traducciones, justo en el momento en que Synthesis decidía "prescindir de mis servicios" abogando razones un poco sospechosas, justo en el momento en que más necesitaba el dinero...
Porque, "si algo puede salir mal, saldrá".

Y aquí estoy, adquiriendo una rutina diaria de llamar a todas las puertas posibles, de volver a visitar y recordar que sigo existiendo. Pero parece que ya he llegado demasiado tarde para que me consideren "traductora habitual" y solo pertenezco al grupo de los de "por si los habituales tienen demasiado trabajo, enferman o se mueren"...


Si alguien me hubiese avisado de que iba a encontrarme en una situación así, no habría dicho que no a EA. Me habría quedado con ellos aunque acabase harta de viajar, aunque trabajase como una burra, aunque mi día se limitase a trabajar, regresar a casa y dormir... pero, al menos, tendría un sueldo fijo a final de mes y estaría adquiriendo experiencia en algo que me sirve para el futuro. Es de las pocas veces que me arrepiento de no haber hecho algo y, encima, me tengo que tragar las malas consecuencias.

Y es que Murphy se empeña en recordárnoslo... "Si existe la posibilidad de que varias cosas salgan mal, la que cause más prejuicios será la única que vaya mal".

Curri