domingo, 15 de marzo de 2009

Gok Wan... otra vez

Está visto que, en una ciudad tan llena de famosos y famosetes, es normal encontrarse a un famoso en el restaurante, retocándose los polvos en el baño de la disco super-fashion a la que has conseguido entrar gracias a un amigo, en la obra de teatro para la que has comprado unas entradas superbaratas en una oferta en internet o, simplemente, paseando por las calles repletas de Oxford Street (aunque lo dudo)... o, bueno, quién sabe, ¡a lo mejor hasta cogen el metro! (Al fin y al cabo ellos se empeñan en convencernos que son "normales"). Sin embargo, en cuatro años y medio que llevo aquí, los famosos que he visto han sido más bien escasos. El primero de todos fue un presentador de televisión que hace un programa de deportes... y ni siquiera lo vi yo, lo vio Derren y me lo dijo, pero parece ser que no era capaz yo de reconocerlo entre la muchedumbre de Wimbledon. Luego vino Keira Knightly, una auténtica decepción: una chiquita escuchimizada, no más alta que yo (y seguro que llevaba tacones), con un kilo de maquillaje en la cara y con cara de pocos amigos, con quién me crucé paseando por Hyde Park con un amigo, ambosdós vestidos superfashion. Esto fue hace como dos agostos. Hace como un año, me encontré a Gok Wan (famoso estilista, presentador de televisión) en la puerta de un bar bastante chic, por lo que parece, fumándose un pitillo (recordad que aquí está prohibido fumar dentro de bares y restaurantes) con un amigo. Yo salía de un restaurante Tailandés cercano, al que Derren amablemente me había invitado, y nos dirigíamos al metro, pasando por el susodicho bar. Yo, en seguida, le hice a notar a Derren de quién se trataba, pero él pareció tener más vergüenza que emoción y me dijo que me olvidase de pedirle una foto. La verdad es que algo de razón tiene; a la gente así les debe inflar las pelotas que, estando en su momento de relax, les venga la gente a pedir autógrafos y fotos y chorradas de esas... ¡¡Pero si es que me da igual!! Yo quiero una foto, jaja. Éste, en particular, es un presentador que me parece que hace mucho por que las muejres no se obsesionen con gastarse millonadas en comprarse ropa y ponerse maquillaje hasta en el carnet de identidad. No, chicas, no; hay que quererse por lo bueno y por lo malo. Ya por último, este otoño fui al teatro a ver la última actuación de una pareja cómica femenina inglesa (muy buenas, por cierto) y en el hall del teatro vi a Davinia McCall, presentadora de Big Brother (la versión inglesa de Gran Hermano). Y a esto estuve de pedirla una foto, pero las prisas por ir al baño fueron mayores y ya le perdimos el rastro.

Hasta hoy. Gracias al buen sol que nos había regalado este días, y tras despedirnos de Dani y Núria que se volvían a su tierra, Sara y yo decidimos irnos a tomar una birrilla por London Bridge, en una terraza de u no de esos bares que miran a Tower Bridge (el puente ese que se eleva). Estando las dos de cara al sol, y con media birra en el cuerpo, vi a Gok Wan venir con una amiga fémina para pedir mesa en el restaurante de al lado de donde estábamos sentadas. Y yo, toda emocionada, diciéndole a Sara quién era y, claro, también tuve que explicarle a qué se dedicaba y todo, porque ella lleva poco tiempo aquí. Lo gracioso es que, justamente la noche anterior, Dani me había preguntado si había visto a algún famoso por Londres, y le dije que sí, y le expliqué quién era Gok Wan (tras darle mi corta lista de nombres de famosos). Y, mira por dónde, voy yo y me lo encuentro. La prueba es ésta:

Bueno, no fue fácil hacer una foto. No quería molestarle, al pobre, acercándome así con el morro y pidiéndole una foto directamente. Pero tampoco era plan de plantarme delante suyo y hacer las fotos, así a lo bestia. Y la gente se empeñaba en ponerse por delante. Así que, gracias a la super cámara de Sara, con un zoom impresionante, conseguimos hacer un par de fotos para que nos sirvan de testigo. ¿Se ve bien?
Eso sí, la próxima vez que lo encuentre, me acerco, le saludo, le pido autógrafo y foto. A la tercera va la vencida, ¿no?
Curri

martes, 10 de marzo de 2009

La muerte de la televisión

La tele ha muerto. Sí, mi aparato televisor se apagó ayer por la mañana y la única respuesta que recibía de él es una pantalla negra de silencio. La tele llevaba unos dos años medio enferma, achacando apagones en los momentos más interesantes del programa, película, noticias o anuncios. Al principio, cuando se apagaba, se volvía a encender, lo cual era, en parte, un alivio (aunque ya te hubieses perdido ese momento imprescindible en la trama de lo que estuvieses viendo). Más tarde pasó a necesitar, de vez en cuando, una ayudita de la mano humana que, en el momento justo, debía dar un golpe preciso en la parte superior de la pantalla para ayudarla a encenderse. Otras técnicas se probaron para evitar tener que dejar la cómoda postura del sofá y levantarse a realizar la operación, como arrojar zapatillas o bolas de plástico blandas. Sin embargo, no eran tan efectivas. Últimamente empezaba a ser más difícil conseguir que permaneciera encendida o incluso conseguir que se enciendera por primera vez, pero iba tirando, parecía que podría durar. Ayer, hacia las 10 de la mañana y tras haberla tenido encendida durante media horita, se apagó y, a pesar de mis esfuerzos por que volviera a encenderse, dio su último aliento y nos dejó... Para siempre.

¿Por qué encontramos tan importante algo que, en el fondo, es tan insignificativo? Pasaron las horas y notaba que echaba de menos ese aparato. Y no porque quisiera ver la llamada "telebasura". Simplemente quería escuchar las noticias, tener a alguien, ahí al lado, mientras trabajo, contándome qué pasa en el mundo y si ya ha llegado el fin del mismo o no. Y me faltaba eso. Me faltaba tanto que fui a comer a la habitación para poder ver las noticias en la televisión pequeña que tenemos allí. Aún peor fue por la tarde, cuando Derren llegó y vio que, efectivamente, la tele no se volvería a encender. Nos pusimos a mirar televisiones por internet para ver si podíamos ir a buscar alguna a la tienda de al lado... Pero no tuvimos suerte, todas eran para entregar en casa en un periodo mayor de tres días. Así que la noche se ha hecho un poco extraña, hablando lo mismo que hablábamos antes pero haciendo cosas cada uno en su ordenador. Eso sí, tenía mi música puesta cosa que hacía mucho que no teníamos estando los dos en casa (solo la ponemos de vez en cuando, cuando nos preparamos para salir o ir a casa de alguien). Yo supongo que mepodría acostumbrar a no tenerla, aunque sí que la echaría de menos para las noticias y ver películas.

¿Por que tanta necesidad de ese aparato? ¿Por qué es tan fácil acostumbrarse a tenerla pero tan difícil pasar sin ella? ¿Está ya la sociedad y el entretenimiento no-digital en el momento de tener una enfermedad crónica de la que no se salvarán? ¿Será que ya no sabemos divertirnos si no tenemos electricidad que haga funcionar los aparatos electrónicos que nos entretienen? Si llevamos apenas 60 años con ella en nuestras casas, ¿qué pasará dentro de otros 60 años? ¿Estaremos tan robotizados que llevaremos la televisión incorporada en nuestros cerebros? Si es así, ¿cómo se lo montarán los padres para castigar a los hijos sin ver la televisión?
Al fin y al cabo, todos nos quejamos de las porquerías que ponen en televisión, que la cantidad de anuncios que nos hacen tragar y de que, las pocas películas que ponen, son malas o ya las has visto. Pero seguimos quedándonos embobados antes la tele boba, muchos sin pestañear casi, absorbiendo la información masticada que emiten para nuestra alimentación imaginativa.

El caso es que no pudimos aguantar y ya hemos pedido una televisión, una nueva, como la que llevamos un año diciendo que compraríamos pero que no comprábamos porque intentábamos aguantar porque la televisión parecía aguantar. Y, si soy sincera, me hace mucha ilusión, porque es la primera cosa así grande y cara que me compro con el dinero del sudor de mi frente. Bueno, la segunda, que la primera fue el objetivo de la cámara, aunque fue más gracias a haber tomado la buena decisión de dejar Eidos. Es como el día de reyes, que sabes que algún regalo bueno te cae, pero no sabes exactamente cómo es o cuál de todos los regalos de la lista te traerán... Pues eso. No sé lo grande y plana que será mi nueva televisión, ni si se verá bien o no :)
Ya os contaré. Hasta pronto.
Curri

¡Hagan sus apuestas!

Por fin he podido empezar el testeo ese de apuestas por medio del teletexto de la televisión. Y la verdad es que, de momento, parece que conseguiré bastante dinerillo con ello porque está plagado de errores.


El sistema es simple: con el teletexto activado, entras en la página del juego, apuestas por ciertos números y llamas por teléfono para realizar la apuesta. Lo bueno es que te dan un documento planificándote la forma de realizar el testeo (o pruebas), así puedes seguirlo y te aseguras de que no te dejas nada, con lo cual, pues mejor, menos para pensar. Pero, antes de empezar a realizar apuestas, necesitas abrirte una cuenta. Dale al teléfono... Pim-pam-pum, ¡con lo que me gusta a mí llamar por teléfono! :) Pues hala, marco el número, pruebo... mensaje de error. Vale, pruebo otra vez... sigue sin funcionar. Pues hablemos con el encargado. Ah, vale, que necesito un número PIN que no se repita... "Pues me lo podríais haber dicho antes". Y así, una y otra vez, a incordiar al encargado... jijiji, puedes molestar a gente sin que te echen la bronca. ¡No me digáis que no es el sueño de todos! Al final, conseguí abrirme la cuenta (ficticia, por supuesto) a la hora de comer. Descanso hasta las dos. ¡Vaya chollo! Eso sí, espero que me paguen también las horas de espera, porque son un coñazo (vamos, que ni me puedo ir a dar una vuelta por si me reclaman de nuevo).


De momento parece que todo va bastante bien... en el sentido de que he conseguido cosas que no estaban en el plan de pruebas, y al final de la tarde, conseguí que el sistema dejase de funcionar. Y aquí viene el placer: lo que para algunos sería una desgracia, en el mundo del testeo, es la gloria :) Si "rompes" algo, significa que has encontrado un fallo importante, con lo cual, puede arreglarse y no ocurrirá cuando el cliente (el de verdad) esté usando el servicio. La verdad es que todos los trabajos deberían ser así: ¡recompensemos al que la caga!... ¿Qué? Ah... sí... Bueno, tenéis razón con que ya hay muchos trabajos en los que, el que es más tonto o hace menos, es el que cobra más y se lleva los méritos.


Sé que no es lo que se supone que debería estar haciendo como traductora, pero cuando se es alguien con "menos suerte que el resto" hay que cogerse a lo que se pueda. Y para pasarme las horas desesperándome, mirando el reloj y teniendo que estar pendiente del buzón de correo, al menos entretengámonos con "juegos", marcando numeritos en el teléfono e intentando romper sistemas mientras te haces rica, virtualmente, claro. Según me han contado, podría haber ganado unas 500 libras diarias apostando (vamos, tal y como está la libra últimamente, digamos que son unos 500 eurillos). Eso sí, el día que juego con dinero de verdad, con mi dinero, no es tan bonito. Y es que jugar a la loto con el dinero de otros siempre se ve mucho más fácil.

Sigamos apostando...